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jueves, 4 de septiembre de 2008

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Políticos y administradores: división inadmisible

Decisión y acción parecen ser momentos separados en el accionar de las autoridades públicas. Se visualiza en la vida pública a los “políticos”, pero ellos no operan las políticas (públicas o gubernamentales), pues tradicionalmente son los denominados “administradores” los encargados de llevar a la práctica los discursos o compromisos políticos, que van desde el “levantamiento de banderas blancas” en el combate al analfabetismo o la creación de instituciones, que terminan convirtiéndose en elefantes blancos. Cumplir con los dichos de los políticos ha implicado para los administradores recurrir a diversas estrategias, como los fraudes, la corrupción, la incentivación de los corporativismos y la creación de alianzas de diversa naturaleza, por mencionar algunas. ¿Es admisible en este momento histórico la división entre políticos y administradores?, la respuesta a esta pregunta retoma los elementos ya analizados en este espacio sobre agenda pública y gubernamental, políticas públicas y gubernamentales y sobre el uso del término “políticas”.En este artículo se plantea el posicionamiento de que es inadmisible la división entre políticos y administradores. Para argumentar el punto recurriremos a los planteamientos de los marcos analíticos denominados predecisionales y posdecionales.Hasta hace algún tiempo el perfil público de un gobierno se plasmaba en sus planes de desarrollo y los denominados programas sectoriales, los informes periódicos se constituían en eventos políticos, más que en eventos de evaluación y rendición de cuentas del estado que guardaba la administración pública, es decir, la acción de gobierno no era evaluable. En este contexto, los esfuerzos de las autoridades públicas se centraban en la hechura de las políticas, lo cual se constituía en el foco del análisis de su eficacia. Análisis que se catalogó como predecisional, el cual partía del supuesto de que existía una relación de superioridad de los diseñadores de políticas, en tanto tomadores de decisiones, en relación con los administradores, en tanto operadores. Se afirmaba en este marco que el factor clave del gobierno es la decisión, no el proceso administrativo, que sólo hace la fácil tarea operativa de seguir el camino trazado por el político o diseñador.Visto a la distancia el enfoque predecisional ya no es suficiente para valorar la calidad de un gobierno, ya no es suficiente con analizar documentos oficiales, es necesario reconocer que las decisiones de gobierno se mueven en redes de intereses, que implican concesiones y ajustes continuos. Las políticas no se agotan con su hechura, implican todo un ciclo que concluye con su evaluación y replanteamiento. En estos momentos, ya no basta con tener programas oficiales, es necesario difundirlos, defenderlos, explicarlos; en cuyo proceso los mismos se van modificando.Ante la aceptación de que las políticas no se cierran con su hechura, sino que implican un ciclo, el análisis de tipo predecisional dejó de ser una vía para comprender la acción de las autoridades jurídicamente públicas y se recurrió al enfoque de tipo posdecisional. Lo que este tipo de análisis plantea es que la decisión pública implica la construcción política de la decisión, su análisis, deliberación, comunicación y puesta en práctica (incluyendo evaluación y replanteamiento). En este marco, podemos configurar tres ámbitos para valorar la acción de gobierno: la calidad de la decisión y actuación gubernamental, la capacidad de análisis por parte del gobierno de su propia decisión y acción, y la denominada calidad gerencial de la operación gubernamental. Estos tres ámbitos actúan de forma simultánea y suponen que el gobierno es un sujeto público con capacidad de actuación inteligente y no sólo instintiva, es decir, tiene la capacidad de aprender de sus acciones.Visto de esta manera, ya no es aplicable la división entre políticos y administradores; el político es el responsable de sus decisiones plasmadas en programas, de su implementación, evaluación y replanteamiento. El político no puede culpar a las empresas constructoras, contratadas mediante licitaciones, de que hagan mal su trabajo; no puede lavarse las manos de despensas enterradas, culpando a mandos medios; no puede darse golpes de pecho de forma pública porque una empresa transportista “mata” a un grupo de ancianos y el día de ayer a un estudiante; es cómplice al no aplicar la normatividad; ya no vale pues, la división entre políticos y administradores. Para los actuales aspirantes a las candidaturas (la diputada, el de la asociación civil, el rector de la universidad privada, el periodista, entre otros), no basta la promesa (el qué), es necesario que se especifique el cómo (plan de acción) y con quién (equipo de trabajo cercano).El tiempo electoral nos alcanza, aprovecharemos estas últimas semanas de tapados con velos transparentes para seguir construyendo el andamiaje teórico con el cual analizar los ya próximos bombardeos públicos de promesas de los aspirantes.Nos leemos en este espacio el próximo jueves. PD. No hay que perder de vista en los próximos días la polémica que se está generando en torno al tema del Sida y en la cual las televisoras nacionales ya tomaron partido. En la discusión ya existen descalificaciones y acusaciones de favorecer a algunas empresas farmacéuticas. Por otro lado, en esta discusión no hay que perder de vista la postura equívoca de algunos ministros de la Suprema Corte, al argumentar su postura en contra de la solicitud de amparo de militares diagnosticados con Sida, el cual finalmente fue otorgado y que denota en el menor de los casos la falta de asesoría profesional en la materia.
Saludos a Don Everardo y familia, discutir siempre es un buen ejercicio para no morir en la rutina.
Para comentarios y sugerencias enviar correo a: oswualdoa@yahoo.com.mx

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