Por: Oswualdo Antonio González
El gobierno federal y los grupos en el poder -a través de diversas estrategias mediáticas- han colocado en la agenda pública y gubernamental un nuevo Modelo Educativo para la Educación Básica (centrado en el desarrollo de Competencias), derivando de ello un reto difícil de enfrentar, esto es el diseño de una política evaluación que de cuenta del alcance de las competencias en cada nivel educativo.
Diseñar una política de evaluación por competencias, implica el reconocimiento implícito que todos los “estudiantes” tienen las mismas posibilidades para alcanzar los estándares, o como los denomina la Secretaría de Educación pública, “los aprendizajes esperados”; desde esta lógica la función de la autoridad se centraría en emitir un juicio acerca del “nivel de dominio” en el que se encuentra el “estudiante”, detectando áreas factibles de mejorar. Se delinea así que la evaluación tendría que ser individual; en su desarrollo el alumno participaría activamente y estaría centrado en la demostración, en la acción.
Ahora bien, un problema derivado de la evaluación por competencias es el referido al modelo curricular o marco de referencia que la sostiene, ya que por ejemplo, en el campo de una formación por competencias laborales, los que definen los estándares son los empleadores. Pero en el caso de la educación básica, ¿quién define el estándar? si la respuesta es la autoridad educativa, entonces hay un error en el diseño de la política educativa, una incongruencia. Por tanto, si hay un problema en el diseño del marco de referencia, la evaluación en consecuencia será reflejo de ésta situación. Un indicador claro de un problema en el diseño de la política educativa es, si detectamos en el planteamiento curricular una organización por contenidos temáticos y grados y no por competencias, niveles de dominio y criterios de calidad.
La información con la que se cuenta hasta este momento, es que en cuanto al modelo de evaluación de la nueva propuesta curricular, tendremos más de lo mismo, un nuevo discurso pero prácticas evaluativas centralizadas, homogéneas y sin un marco claro de referencia.
En dos semanas plantearemos una posible ruta que pudieran seguir los maestros en sus aulas para evaluar a sus alumnos por competencias, a pesar de este marco pesimista, resultado de una política gubernamental (no pública) basada en la demagogia y el populismo de derecha.
El gobierno federal y los grupos en el poder -a través de diversas estrategias mediáticas- han colocado en la agenda pública y gubernamental un nuevo Modelo Educativo para la Educación Básica (centrado en el desarrollo de Competencias), derivando de ello un reto difícil de enfrentar, esto es el diseño de una política evaluación que de cuenta del alcance de las competencias en cada nivel educativo.
Diseñar una política de evaluación por competencias, implica el reconocimiento implícito que todos los “estudiantes” tienen las mismas posibilidades para alcanzar los estándares, o como los denomina la Secretaría de Educación pública, “los aprendizajes esperados”; desde esta lógica la función de la autoridad se centraría en emitir un juicio acerca del “nivel de dominio” en el que se encuentra el “estudiante”, detectando áreas factibles de mejorar. Se delinea así que la evaluación tendría que ser individual; en su desarrollo el alumno participaría activamente y estaría centrado en la demostración, en la acción.
Ahora bien, un problema derivado de la evaluación por competencias es el referido al modelo curricular o marco de referencia que la sostiene, ya que por ejemplo, en el campo de una formación por competencias laborales, los que definen los estándares son los empleadores. Pero en el caso de la educación básica, ¿quién define el estándar? si la respuesta es la autoridad educativa, entonces hay un error en el diseño de la política educativa, una incongruencia. Por tanto, si hay un problema en el diseño del marco de referencia, la evaluación en consecuencia será reflejo de ésta situación. Un indicador claro de un problema en el diseño de la política educativa es, si detectamos en el planteamiento curricular una organización por contenidos temáticos y grados y no por competencias, niveles de dominio y criterios de calidad.
La información con la que se cuenta hasta este momento, es que en cuanto al modelo de evaluación de la nueva propuesta curricular, tendremos más de lo mismo, un nuevo discurso pero prácticas evaluativas centralizadas, homogéneas y sin un marco claro de referencia.
En dos semanas plantearemos una posible ruta que pudieran seguir los maestros en sus aulas para evaluar a sus alumnos por competencias, a pesar de este marco pesimista, resultado de una política gubernamental (no pública) basada en la demagogia y el populismo de derecha.
Considerando lo expuesto y tomendo en cuenta algunas experiencias difiero en ciertas ideas; principalmente,aquella que señala que los trabajadores definen los estándares, en mi opinión la mayoría de las empresas definen directrices sobre las cuales se dirige toda acción y esfuerzo en función de la misión, visión y metas que sustentan su existencia. De tal forma, aquello que se busca lograr en un tiempo estabñlecido emana o se desprende del fin por el cual fue creada.
ResponderEliminarEn el caso de la educación algunas de las dificultades que se presentan considero que aluden a la poca definición, claridad, comprensión y compromiso de las dimenciones meso, macro y micro del sistma educativo incluyendo a los actores involucrados.
Con ello, no pretendo otorgarnos el papel de actores pasivos sino por el contrario ser capaces de involucrarnos para que desde el aula, como escenario real y verdadero campo de batalla, establecer nuestra propia misión y visión de los alumnos que deseamos formar; dejar de escudarnos en las ideas partidistas y asumir que no somos capaces de elegir el camino que tomar, porque al final del sendero nos damos cuenta que los niños no son del todo producto de un sistema de gobierno sino son el resultado de las experiencias positivas o negativas que a lo largo de su vida han tenido con maestros, padres o amigos, así que l trabajo es compartido y a la vez personal asumiendo cada quién sus compromisos.