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domingo, 9 de agosto de 2009

Cuentos juveniles, cuentas que contar

Escrito por:
Artemio Ríos Rivera

Cuando los adolescentes realizan una actividad deportiva en la escuela secundaria, participan en algún festival artístico o hacen experimentos en el laboratorio y fuera del aula, no es porque la educación básica pretenda preparar atletas de alto rendimiento, artistas que se van a expresar en magnos foros o científicos con alto grado de especialización. No se descarta que sea éste el principio de una vocación, incluso es lo deseable; sin embargo, el propósito es siempre otro: las actividades escolares y sus productos no son un fin en sí mismos. De lo que se trata, en cada espacio de interacción escolar, es de formar, de buscar y encontrar maneras de convivencia humanista, de promover valores y potenciar las habilidades y competencias de los alumnos.

Es alentadora esa posibilidad construir realidades alternas a la realidad. El lenguaje ya es per se una representación, ya es un imaginario y no la realidad “real”. Agregar a eso una intención fictiva. Crear ficción, inventar. Intencionalmente no representar la “realidad” y a pesar de eso, anclarse en ella, es lo que implica hacer literatura en la escuela. Construir lo imaginario-imaginario diríamos, en términos de Graciela Montes. Pero no nos pongamos teóricos, eso no sería lo más adecuado en la presentación de una antología de cuentos que selecciona trabajos de alumnos de secundaria del Estado de Veracruz. La intención es resaltar los propósitos de la educación básica como guía del trabajo de creación, de la escritura de cuentos en la escuela básica.

En esa lógica, la publicación 30 cuentos juveniles no es un fin en sí misma, su propósito es mostrar los trabajos de los alumnos pero, sobre todo, implica fortalecer las competencias comunicativas de los jóvenes que participan en esta selección y de los que potencialmente puedan participar en futuras entregas. Ver los trabajos publicados proporciona, a los autores, seguridad en sus acciones y hace conciencia sobre la magnitud de un compromiso, además del trabajo que implica llevarlo a feliz término. Sin que el esfuerzo deje de ser serio, el detonador ha de ser lúdico, disfrutable por encima de todo. Por eso estamos en una búsqueda constante para que el acto de escribir, en el alumno, no sea una obligación sino una necesidad de expresión propia, para que comunique y defienda sus propias ideas, su forma de concebir y leer al mundo.

Es necesario decir que hay elementos muy interesantes a señalar de los cuentos de los muchachos: la necesidad de un tono gratificante se nota en la mayoría de ellos, el final feliz, la búsqueda de una enseñanza, la moraleja es recurrente en muchos de los escritos. La visión del primer y verdadero amor, la valorización de gestos que parecieran superados como la castidad de un beso amoroso salta a la vista del lector. Valores como la amistad, la hermandad diría yo, entre el hombre, los animales y los árboles se hace presente en la antología. El gato es una figura convocada, emblemático animal doméstico cuya fama simbólica es predominantemente negativa, en ese sentido es usado por los alumnos, sobre todo el gato negro, color con la carga semántica de la maldad.

Además, es de llamar la atención los sentimientos de soledad en personajes adolescentes que se sienten menospreciados por el mundo de los adultos y que se mueven a situaciones extremas, donde la figura materna es equiparada con una bruja a la que hay que quemar para terminar con un mal que azota a la comunidad, lugar donde viven madre e hija, esta última representando al brazo justiciero que acaba con la maldad.

La publicación remata con un escrito que sugiere el mito de la llorona, pero sólo así, sugerido desde la perspectiva de un niño de campo que sueña con ser hombre en los brazos de su madre: “Me abracé a su cuello, tomé sus trenzas olorosas a humo e imaginé lo mucho que faltaba para que yo pudiera ensillar un caballo, cargarlo y salir a vender plátanos… entonces me tranquilicé y me quedé dormido” dice el narrador del cuento con que concluye nuestra antología. Una sencillez hermosa.

Nota: los invitamos a consultar en este portal el programa del homenaje póstumo a Pablo Latapí.

1 comentario:

  1. Marssa Ramírez (México, D.F.)10 de agosto de 2009, 11:43

    Cuentos juveniles, cuentas que contar
    Del Mtro. Artemio Ríos Rivera

    Me parece de vital importancia resignificar el papel de la educación básica en términos de que sea a través de planteamientos lúdicos, diseñados vía situaciones de aprendizaje por los docentes, que los propios estudiantes puedan impactarse y por ello motivarse ante el descubrimiento de sus propias potencialidades, ya sea en el manejo de la lengua, como una forma de apropiación de la realidad y por tanto de posibilidad de transformación de ésta; como en el deporte, el arte y todas aquellas áreas que en su práctica dan el carácter integral del sujeto.
    Y para ello, se hace necesaria una formación y actualización docente que ponga en el centro del trabajo una conceptualización diferente del sujeto educativo a formar, entendiendo a éste, entre otros aspectos, como un ser creativo, inquieto, curioso, capaz de tomar decisiones en relación primero a sus gustos y poco a poco en lo que concierne a su vida, participativo en el contexto en el que vive. Visualizar así a los estudiantes encausa a los docentes a replantear su didáctica.
    Mtra. Marissa Ramírez Apáez

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