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sábado, 22 de agosto de 2009

Su nombre fue Pablo Latapí


Fecha de publicación en Excélsior: 12-Ago-2009

Fue un escritor prolífero, quien, con una línea de valores clara y fundada abordó una gran variedad de temas. Si en algo insistió a lo largo de su carrera, fue en la búsqueda de la equidad social mediante la educación.

Para María Matilde, con un abrazo solidario.
El lunes 3 de agosto murió Pablo Latapí Sarre, patriarca de la investigación educativa en México y América Latina, pensador penetrante y guía de muchos otros investigadores. Él hizo escuela, dotó a todas sus acciones de principios filosóficos y valores morales. Deja una huella profunda en la educación nacional.

Pablo Latapí se formó en la Compañía de Jesús, mas realizó su doctorado en educación en una institución laica, en Hamburgo, Alemania. A su regreso a México (en 1963), con el apoyo de la orden, fundó el Centro de Estudios Educativos, donde profundizó y amplió su obra; ya había sido docente en el Instituto de Ciencias de Guadalajara entre 1951 y 1954. En el CEE, como él decía, siguiendo a Machado, hizo camino al andar. Comenzó a hacer investigaciones y a reclutar a jóvenes para que lo apoyaran y, por medio del trabajo, de indagaciones y de los primeros escritos, los formó como investigadores. Apoyó a algunos de ellos para que hicieran estudios de posgrado, por ejemplo a Carlos Muñoz Izquierdo, uno de sus primeros discípulos. Y, hasta casi el final de su vida, muchos otros futuros investigadores disfrutaron de las enseñanzas de don Pablo (como le llamaban con respeto sus estudiantes, amigos, colegas y casi todo el mundo que lo conoció). Buena parte de la élite del mundo de la investigación educativa mexicana en algún momento de su vida trabajó con él y abrevó de su sabiduría.

Su pluma, primero en Excélsior, cuando Scherer García, y después en Proceso, así como en libros y revistas especializadas, dio a conocer sus hallazgos y los de sus asociados. Fue un escritor prolífero, quien, con una línea de valores clara y fundada, abordó una gran variedad de temas. Si en algo insistió a lo largo de su carrera fue en la búsqueda de la equidad social mediante la educación y en alegar —y convencer a muchos— de que la calidad de ella, sin equidad, es una falacia.

Con sus artículos periodísticos, Pablo Latapí puso a la educación en el debate nacional. Antes, era sólo un asunto de funcionarios y maestros; cuando algo se publicaba era sobre pedagogía o las escuelas. Él introdujo e hizo populares las nociones fundamentales de sociología y economía de la educación. En mi opinión, lo más destacado y penetrante de su obra reside en sus ensayos, en elucidar un concepto, en la crítica a algún programa o a cierta corriente de pensamiento. Fue un conferenciante de primer orden, siempre metódico y preciso. Su prosa sencilla y directa le daba brillantez a su mensaje.

Por sus investigaciones, lecturas en varios idiomas y fundamentos filosóficos, se convirtió en el experto en educación. Mas sus saberes nunca lo alejaron del camino trazado, rehuyó con éxito el camino de la tecnocracia y, aunque aceptó ser asesor de varios secretarios de Educación Pública, siempre defendió su independencia intelectual. Su conocimiento le permitió discutir asuntos de envergadura con altos funcionarios, quienes, no acostumbrados a la crítica, querían descalificar sus opiniones, pero nunca pudieron rebatir la coherencia de su argumentación.

La huella de Pablo Latapí queda en su trabajo de investigador, escritor y formador de investigadores. Además, él lideró la creación del Consejo Mexicano de Investigación Educativa y el Observatorio Ciudadano de la Educación, instituciones, profesional una, civil, la otra, bien sembradas y con frutos perdurables.

Pablo Latapí recibió en vida honores por su labor. El gobierno de la República le otorgó el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de ciencias sociales, en 1996. Varias instituciones de educación superior, entre ellas la Universidad Autónoma Metropolitana, mi Casa Abierta al Tiempo, le confirieron el grado de doctor honoris causa. Además obtuvo varios premios internacionales.

En la página postrera de su última obra, con un tono autobiográfico, Pablo expresó: “Al poner punto final a este libro, he decidido titularlo Andante con brío… Mi vida profesional ha estado marcada por ese tempo musical: he procurado caminar siempre hacia adelante, con energía y decisión, sin descanso ni divagaciones innecesarias, y siempre con alegría”. Me consta que así sucedió.

Pablo Latapí fue, es y será un ejemplo vivo para los investigadores en educación.

Nota personal
En 1998 convoqué a un grupo de amigos, ex alumnos, pares, e incluso a uno de sus maestros, Ernesto Meneses, a que le brindáramos una porción de nuestro trabajo y testimonio de gratitud a Pablo Latapí. Deseaba que lo homenajeáramos más que nada por su estatura intelectual y al ser un ícono, el más ilustre, en nuestra profesión.

Así lo hicimos y, en el trayecto, mis coautores ilustraron facetas desconocidas de su vida, otros pasaron revista a un trozo de su obra y otros rindieron testimonio de su influencia, incluso más allá de nuestras fronteras. El producto fue el libro que compilé, Investigación y política educativas: ensayos en honor de Pablo Latapí (México: Santillana, 2001).

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