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sábado, 12 de septiembre de 2009

Gilberto Nieto Aguilar y el ejercicio de escribir

Escrito por: Ariel López Álvarez

Hay ensayistas y articulistas que son un buen ejemplo de quienes buscan expresar sus inquietudes y desasosiegos sin perder nunca la prudencia, dejando testimonio de su crítica para el juicio de los demás y la posteridad. -Diría yo que en el seno de una sociedad de múltiples intereses- ellos son el mejor medio para plasmar las preocupaciones de nuestro tiempo.
Entre otros, es Gilberto Nieto Aguilar uno de esos articulistas preocupados por tener siempre algo que aportar en sus constantes colaboraciones a Diario de Xalapa desde julio de 2004. Desvela las ideas con la maestría del torero que desvanece aquellos pases que desgarran el ole de las gargantas de las multitudes y, con su perseverante esfuerzo de publicación, ha alcanzado vincular su trabajo con el interés del lector que gusta de apoyar el juicio con las argumentaciones de quienes tienen opiniones siempre interesantes, que las adosan con una chispa de agudeza mental, y que lo hacen sin sentirse depositarios de la verdad, aquella verdad que es ensueño de muchos y que ha conducido a fanatismos y conformidades en la historia.

Si los perfiles de sus artículos son múltiples, es porque son muestra de una amplia cultura. Se esfuerza por ser entendido, lo que supone el ejercicio de revisión de lo pensado y de cómo se ha de escribir. Se ve que es partidario de la recomendación de Monterroso y otros de “torturar al texto para no torturar a los lectores”. Deshilvana con argumentos las categorías de una cuestión, como el buen profesor que es, al punto de proveernos el medio para entender, pensar y juzgar sus contenidos. Esto último me hace recordar a Neruda, en Confieso que he vivido, quien registra la sentencia de un poeta amigo suyo que en ocasiones lo interrumpía a voces: “No sigas, no sigas, que me influencias”. Luego, el que comunica permea en la conciencia de los demás, asesta golpes con su estilete de dudas o certezas hasta lo más hondo del pensamiento, precisamente ahí donde el individuo se permite la reflexión, para construir el saber propio, el de su conciencia.

Orientaciones y esfuerzos como el descrito permiten los cuestionamientos al columnista: ¿Cómo puede la acuciosa inteligencia cohabitar con sus vacilaciones, atar y desatar los fardos, envolver y desenvolver los conceptos, hasta dar a luz una idea expresada con sencillez?, ¿Cómo supera la vanidad de la erudición para compartir con claridad su conocimiento y puntos de vista y someterse a la crítica?, y sobre todo, ¿Cómo puede ejercitar llanamente su libertad de pensamiento en un México que no ha abandonado del todo el esquema de la ortodoxia política, inflexibilidad de la que adolecen sectores más amplios de aquellos que participan en un partido?
En palabras de Nieto Aguilar, “La escritura es una proyección del yo, un ejercicio íntimo y privado sobre convicciones o aspectos de la vida que interesan al autor. Es un punto de vista, una visión del mundo, una opinión más que, al ser publicada, se suma al concierto de conceptos y propuestas que pueden enriquecer el acervo humano, considerando que no todo lo que se dice es cierto, ni todo es importante, ni puede plantear verdades absolutas o irrefutables” (D. X. ; 26/10/2008).

En fin, algo tiene el que busca dilucidar los fenómenos que se presentan en su entorno. Es probable que las intenciones provengan de la sed de expresar y volcar su inquieto espíritu. Entiendo que Gilberto Nieto Aguilar trabajó muchos textos antes de ocupar un espacio en los medios; y como lector, puedo decir que ha alcanzado a redactar por encima de los circunloquios, sin el rodeo de palabras para dar a entender algo que hubiera podido expresar más brevemente. Ahora, después de cinco años ininterrumpidos de creación, Nieto Aguilar escribe para todos porque antes ha escrito para sí mismo.

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