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sábado, 12 de septiembre de 2009

La reforma de la educación media

Escrito por Carlos Ornelas
Fecha de publicación: 02-Sep-2009

Los motivos expresos de la SEP parecen razonables. La anarquía en el nivel medio y los problemas que representa en eficiencia y administración lo convierten en un cuello de botella donde hay relaciones de poder encontradas, mecanismos de control autárquicos...

El discurso del presidente Calderón en la inauguración del ciclo escolar, la pifia sobre la ausencia de la Conquista y la Colonia en los libros de texto y los dislates de Elba Esther Gordillo llamaron la atención durante la primera semana de clases. Eso oscureció los avances que la SEP ha conquistado en lo que denomina el Proyecto Integral de Reforma de la Educación Media Superior. Al margen de que se insiste en la palabra integral —acaso sin saber que en los años 40 ese concepto estaba en el centro de la querella por la educación nacional—, aquí atisbo el comienzo de un cambio institucional, si no profundo, sí capaz de mover al segmento.

Por razones históricas, riñas políticas y diseño institucional caprichoso, la variedad de programas que ofrecen educación media es impresionante. La primera división se da entre el bachillerato, propedéutico para estudios superiores, y la enseñanza profesional, para la formación de técnicos para la industria y los servicios. Según control (o propiedad) de los establecimientos, participan el sector público y el privado; el primero puede ser federal, estatal o autónomo (dentro de las universidades públicas). Los hay de dos y tres años, partidos en semestres, trimestres, cuatrimestres o programas anuales. Además, hay preparatoria abierta, bachilleratos de todo tipo: general, de arte, telebachillerato, por cooperación, pedagógico y técnico, subdivido en industrial, agropecuario, pesquero y forestal.

El grupo que comandaba Josefina Vázquez Mota vislumbró que, en contraste con la educación básica, en la media no tenía el contrapeso abrumador del SNTE ni de su lideresa. Por ello, aun antes de que se diera a conocer el Programa Sectorial de Educación 2007-2012, la SEP anunció el comienzo de ese proyecto, desde septiembre de 2007. El propósito principal era “La creación de un sistema nacional de bachillerato en un marco de la diversidad”. La SEP postuló que era ineludible: “Alcanzar los acuerdos necesarios entre los distintos subsistemas y con instituciones de educación superior que operen servicios de educación media superior en el ámbito nacional, con el fin de integrar un sistema nacional de bachillerato... que permitan dar pertinencia y relevancia a estos estudios, así como lograr el libre tránsito de estudiantes entre subsistemas y contar con una certificación nacional de educación media superior”.

Los motivos expresos de la SEP parecen razonables. La anarquía en el nivel medio y los problemas que representa en eficiencia y administración lo convierten en un cuello de botella donde hay relaciones de poder encontradas, mecanismos de control autárquicos (no exentos de corrupción en ciertas áreas) e instituciones gobernadas por grupos renuentes a cualquier reforma. A pesar de ello, al tiempo que la SEP negociaba con otros actores, dentro de los programas bajo su dependencia directa lanzó convocatorias para elegir a directores de plantel por concurso e introdujo reglas meritocráticas, aunque con cierta resistencia.

El cambio institucional que traza el proyecto de la SEP persigue crear nuevas normas y reglas del juego político, establecer rutinas que le ayuden a mejorar la eficacia gubernativa, acrecentar la calidad de la educación e incrementar la equidad en el nivel. Quién sabe qué tanto logre, pero la semana anterior lanzó la convocatoria para titular de licenciatura a alrededor de 90 mil profesores de bachilleratos que tienen lustros dando docencia sin tener el título. Esa es una muestra dolorosa del rezago. El proyecto de la SEP no persigue instalar un currículum homogéneo, sino respetar ciertas áreas de control burocrático; tal vez por ello la resistencia de ciertos actores (universidades autónomas, por ejemplo) no fue radical. Además, negoció con los representantes de docentes que consideraban que la reforma afectaba sus áreas de trabajo, en especial profesores de filosofía y humanidades. La SEP dio marcha atrás, satisfizo algunas de las demandas, acaso con el fin de preservar la dirección de la reforma.

Además de las raíces históricas, buena parte de los problemas de la educación media que describe el diagnóstico de la SEP, se deben a la misma diversidad, al rápido crecimiento de su matrícula (que va aumentar a paso más acelerados en el futuro inmediato), así como del número de docentes y planteles, en el que cada segmento se guía por su propia lógica, gobernado por diferentes normas y reglas, liderado por segmentos burocráticos de ascendencia distinta y derramada en una geografía inmensa.

Aunque en los documentos se hacen referencias de respeto al federalismo y a la autonomía universitaria, la Subsecretaría de Educación Media Superior lleva el volante bien agarrado. Si bien la UNAM y el gobierno del Distrito Federal en un principio se excluyeron, no atacaron el proyecto. Es más, parece que el nuevo secretario de Educación del DF, Mario Carrillo, quiere acortar la distancia con la SEP.

Lo que es no tener alianzas con el SNTE.

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