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sábado, 24 de octubre de 2009

Las enseñanzas de Pablo Latapí Sarre (2/4)


En sus escritos, Pablo Latapí quiso reiterar una y otra vez la importancia de la política educativa. Ésta era, sin duda, también una forma de explicar y explicarse el lugar que le confirió como tema central en sus análisis: La educativa, no es una entre otras políticas públicas; su objeto es el desarrollo de las siguientes generaciones y esto le da rango especial y carácter central. Si bien está acotada y condicionada por las políticas económicas y otras realidades sociales, es ella la que articula a las demás, define sus horizontes y les imprime su significado humano El objeto de la política educativa, son los aprendizajes futuros, posibles y deseables, de una sociedad determinada. Por eso el objetivo de la política educativa se extiende hacia los mundos misteriosos de la intuición y los sentimientos, del arte, de los sistemas de convivencia o las éticas sociales; con todo se relaciona y de todo se nutre.

La SEP tampoco era cualquier secretaría. La responsabilidad que Pablo Latapí colocaba en los altos funcionarios de la SEP era enorme. Estaba firmemente convencido que la misma no se limitaba solamente a la educación sino al futuro del país en su conjunto. En un artículo titulado La tarea intelectual de la SEP afirmaba: Correspondería entonces al equipo directivo de la SEP elaborar pensamiento sobre el país y su desarrollo, y aportar al resto del gobierno visiones intelectuales más amplias, críticas y rigurosas. Entre esta secretaría y la presidencia debiera haber una especial relación de intercambio intelectual. Esta visión explica la energía y la dedicación que utilizó para asesorar a algunos de los secretarios del ramo, y el interés que mostró al dedicar dos de sus últimos libros (Andante con brío. Memoria de mis interacciones con los secretarios de Educación, 1963-2006 y La SEP por dentro) a profundizar sobre el conocimiento de la SEP y a dejar un testimonio personal de sus interacciones con estos funcionarios.

Sus testimonios, además de la luz que arrojan sobre la historia reciente del sistema educativo mexicano, constituyen un marco sobre el cual se encuentran insertas reflexiones más generales sobre la relación entre el conocimiento y el poder. En su Andante con brío explica, partiendo de su experiencia, cuál es la diferencia entre la lógica del académico y la lógica del político. Retrata el voluntarismo del investigador, que propone soluciones sin ponderar los obstáculos reales que conlleva su puesta en práctica, y muestra también el voluntarismo del funcionario, que sobrevalora sus decisiones como si la realidad pudiese ser transformada por decreto. De ahí que la asesoría de un investigador a un funcionario la entendiera como una incesante labor de tender puentes entre estos dos mundos.

De gran interés resulta su reflexión sobre el impacto de la investigación en la política educativa. Su experiencia como asesor le había permitido comprobar una hipótesis de Carlos Muñoz Izquierdo, que identifica tres procesos necesarios para que las innovaciones recomendadas por la investigación educativa sean difundidas en forma exitosa: 1) su validación a través de la crítica de la comunidad científica; 2) su difusión entre capas más amplias de la sociedad, por ejemplo la opinión pública; y 3) su aceptación por quienes toman decisiones. Los tres procesos mencionados dan lugar a maneras diversas por las que el conocimiento especializado pasa a la práctica. Sin olvidar que Pablo Latapí subrayaba cómo es el proceso político el que determina en última instancia que se adopte la innovación.

Muy sensible a las graves desigualdades sociales de México, y no obstante que los procesos políticos no constituyeron en sí mismos un tema central en su pensamiento, Pablo Latapí expresó su posición en apoyo de las demandas de justicia social enarboladas por el movimiento zapatista, aunque se distanció de sus métodos de lucha. En este marco de preocupación por los sectores marginados, puso un énfasis importante en la política de la atención al rezago educativo en personas jóvenes y adultas. Apuntaba que ésta no puede ser una práctica acrítica, sino que es importante que sea el resultado de una reflexión, un cuestionamiento válido donde el modelo de formación asuma el compromiso con su entorno socioeducativo para transformar escenarios globalizantes y excluyentes en escenarios incluyentes, democráticos y de autogestión de diversos grupos con derecho a expresar su cultura e identidad.
En otras palabras, no se trata sólo de enseñar letras y números, sino de generar conciencia de cambio y de integración social.

Respecto a su concepción sobre el derecho a la educación, que de alguna manera sintetiza y potencia los temas por los que transitó su pensamiento educativo, el doctor Latapí comentaba que su estancia en la UNESCO, como embajador, había representado una oportunidad para profundizar en el conocimiento del desarrollo de este derecho en distintos países, lo que le condujo a darle un lugar cada vez más importante dentro de su propio pensamiento crítico. Fenómenos que se presentan en México, como las prolongadas suspensiones de clases por problemas sindicales, el cobro de cuotas indebidas en las escuelas públicas o la mala calidad de la educación, en especial la que se ofrece a los más pobres, las observaba también como violaciones flagrantes al derecho a la educación. Esto le llevó a presentar un conjunto de propuestas de reformas legislativas para concretar este derecho, donde uno de los aspectos centrales es el de la exigibilidad, es decir, conseguir que al derecho a la educación correspondan posibilidades reales de que la ciudadanía exija su cumplimiento.

Su visión sobre la situación educativa del país en los últimos tiempos contenía cierta dosis de desesperanza. Su examen era implacable con la actuación de cada uno de los grupos responsables de la problemática educativa. En el marco del IX congreso del COMIE, llevado a cabo en 2007 en la ciudad de Mérida, ofreció una conferencia en la que mostró su ecuanimidad, su capacidad crítica y amplios conocimientos para analizar la realidad educativa de México y sus repercusiones en los ámbitos social y político. Es posible que esta exposición sea, en muchos sentidos, uno de sus diagnósticos más lúcidos del papel fallido de los actores sociales en el sistema educativo.

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