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miércoles, 4 de noviembre de 2009

Las enseñanzas de Pablo Latapí Sarre (3/4)

El primer actor responsable, señaló Latapí, es el gobierno federal, que pese al liderazgo que le otorga la Constitución en el ámbito educativo, no ha puesto lo necesario para atender al sector como prioridad, como lo fue hace cincuenta años para Corea del Sur o hace treinta para los Tigres Asiáticos. Recriminó que la verdadera prioridad no se manifiesta sólo en dinero, sino en la calidad de las decisiones, la determinación política y la capacidad de movilización, y en realidad la educación no ha sido objeto de la energía de los gobiernos federales para transformarla a fondo. Al contrario, ha habido retrocesos. Por ejemplo, la entrega que ha hecho el presidente de la República de espacios vitales de la SEP al sindicato magisterial.
Para Pablo Latapí otro actor responsable del atraso educativo es el Congreso de la Unión, quien no obstante su pluralidad, representatividad y papel de contrapeso al Ejecutivo, no ha mostrado, en conjunto, una visión de Estado en el tema educativo. Por ejemplo, no se conoce el nombre de un diputado, de un senador, que haya luchado por una iniciativa de ley o por la aprobación de procedimientos que conduzcan a México con firmeza y decisión a una educación de calidad. Sentenció: Las decisiones de ambas Cámaras no se rigen, en la gran mayoría de los casos, por el bien del país ni por objetivos a largo plazo, sino por la conveniencia del trueque de intereses entre los partidos.
Los empresarios también son responsables del atraso educativo, precisó Pablo Latapí. Con sus recursos, su capacidad emprendedora y de transformación podrían, deberían, ser otra fuente importante de energía para la educación. Empero, salvo excepciones, los empresarios nunca se han interesado por apoyar seriamente la causa de la educación: Miran por sus intereses; se quejan del sistema educativo porque no prepara la mano de obra que requieren y culpan al Estado.
Latapí también señaló al magisterio como responsable de la situación educativa en México. Para una porción significativa de los maestros tampoco el mejoramiento cualitativo de la educación ha constituido una verdadera prioridad; los maestros, prisioneros del sindicato, se han acomodado a sus reglas y comportamientos, y se encuentran despojados de iniciativas propias, al grado que muchos mentores ven a su profesión solamente como un trabajo, un modus vivendi relativamente satisfactorio social y económicamente, y no como un compromiso cotidiano a la altura de las exigencias que les plantean sus alumnos.
Los ciudadanos también tienen parte de responsabilidad. Pablo Latapí expuso que la gran mayoría de mexicanos, con hijos en escuelas públicas o privadas, generalmente son indiferentes o están resignados ante las deficiencias del sistema educativo. Casi ningún padre de familia exige educación de calidad como derecho y más bien confunden servicio público gratuito con dádiva graciosa. No protestan porque se prive a sus hijos de clases por semanas o varios meses, por movilizaciones y huelgas; tampoco luchan por participar en las escuelas de sus hijos; prácticamente no forman organismos ciudadanos que pugnen por establecer leyes y procedimientos jurídicos para que el derecho a una buena educación sea exigible.
Pero esta situación, no es, señaló finalmente Pablo Latapí, resultado sólo de un problema de los actores en cuestión, sino que la ausencia de esta energía es de carácter cultural, pues los mexicanos, en general, son indiferentes a la res publica. Es decir, los mexicanos son presa de su apatía: no se nos da la democracia, al menos todavía; modificar nuestras actitudes de resignación fatalista, de conformismo, de indolencia, llevará aún muchos años. Mientras nadie exija cuentas a los gobernantes, a los legisladores, a los secretarios de Educación (federal y estatales), a los directores de escuela y maestros o a los sindicatos, no mejorará la educación.
Desde la academia, que fue su principal espacio de actuación, Pablo Latapí consideró que era posible recuperar la esperanza: El conocimiento que procede de la investigación no es ciertamente la solución a los graves problemas del presente; pero cuando va unido a un compromiso vital y existencial, es una energía que se difunde y que puede detonar procesos positivos en todos aquellos actores de los que depende el destino de la educación del país: el gobierno federal, los funcionarios de la SEP y de las secretarías de Educación de los estados, los legisladores, los maestros, el sindicato, los padres de familia, los medios de comunicación, los ciudadanos.
Pablo Latapí escribió en uno de sus últimos libros: Al llegar a una edad avanzada, se pregunta uno qué servicio puede aún prestar a su país. La respuesta la conocemos, y constituye una de las claves que permiten entender su singular voluntad y muy clara conciencia del paso del hombre en el tiempo, en su tiempo y de la responsabilidad que esto implica.

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